TATA

A las 7:30 a.m. con puntualidad británico-torreblanqueña, entrabas en mi casa y me encontrabas corriendo de un lado a otro en albornoz, con una taza de café en la mano y un bebé en la otra. Una vez más, sin pegar ojo, se me echaba el tiempo encima cual conejito de Alicia. Julieta se tiraba a tus brazos y yo, mientras me lavaba los dientes, con la boca llena de espuma te explicaba lo de la lavadora, los taperwares de papilla, el desayuno de Pablo, la fiesta del color azul en la guardería... Desde la puerta te daba las últimas indicaciones con el ascensor abierto antes de salir volando. Cuando te llamaba desde el trabajo para recordarte la dosis de apiretal de Julieta ya se la habías dado, y además te habías encargado de meter un plátano en la mochila de Pablo para la fiesta de la fruta en la guarde...
En estos ajetreados meses de cambio de vida, sola cada día con los dos pequeños y responsabilidades por doquier, has sido responsable en gran parte de mi tranquilidad, pues mi casa y mis hijos estaban en las mejores manos, en las más amorosas.
Todo el mundo sabe que soy la peor ama de casa sobre la faz de la tierra, me superan las tareas domésticas...Te has ocupado de todas ellas y cuando llegaba a casa sólo tenía que dedicarme por entero a los pitufos, y no a renegar de fregonas y estropajos.
Has cuidado a mis retoños cada día con la mayor de las ternuras, con infinita paciencia les has enseñado las palmitas, las canciones, le has dado de comer, les has dormido con todo tu cariño. Ellos te adoran y es lo que me hace más feliz.
Te solidarizaste con la causa de mi difícil situación desde el principio, has sido mi apoyo y mi cómplice, comprensiva, discreta, en la dura tarea de sacar adelante esta pequeña familia, de la que ya formas parte. No sé que hubiera sido de mí sin tí...

Gracias tata Rocío, ésta siempre será tu casa.

Este vídeo es para tí, con el cariño de Pablo, Julieta y mío.