LA PERRA VOLADORA

Momento de tarta de arándanos: Recuerdo el día en que mi padre me pidió que condujera su viejo Chrysler Le Baron de segunda mano, descapotable y automático. Macarra ochentoso donde los haya, las cosas de mi viejo. Nos dispusimos a ir a la playa, él de copiloto y la perra detrás. Yo conducía, por primera vez, un coche automático, con mi melena al viento en la costa del Sol, y flipaba mientras mi progenitor subía al máximo el volumen de los Dire Straits (Walk of life) y me decia : Métele caña niña!!! Pisa ahí coño!!! Al poco rato me di cuenta de que los coches de la autovía me miraban raro, me dí cuanta de que iba a carajo sacao y reduje un poco, pero seguían mirando, pitando y girando el índice en la sien... Yo le gritaba a mi padre... Qué pasa? A lo que él se encaraba con los coches que nos pitaban... Qué pasa contigo!!! Tú qué miras gilipollas??? A que te parto la cara!!! Al cabo de un par de canciones nos dimos cuenta de lo que pasaba. La perra se había salido del asiento de atrás y la pobre iba agarrada prácticamente de la matrícula, con medio cuerpo fuera, medio volando. Detrás nuestra venía en otro coche toda mi familia, sufriendo porque la perra se caía del coche y encima la iban a tener que atropellar ellos. El animalito salvó la vida, mi padre me dijo que no me preocupara, que a él se le salió del coche en una curva y no le pasó nada...
Pues eso, que cuidado con los deportivos de los ochenta, los carga el diablo!